martes, 29 de enero de 2008

TERESA



Teresa vive en el centro de la ciudad, en una casa grande que solo tiene un patiecito, donde da el sol a una determinada hora de la mañana en la que ella está en la escuela. Los fines de semana en cambio, a las 11.00 a.m. la niña se convierte en un pequeño girasol que va ladeando sus dorados cabellos a la par que el astro diurno y lo despide con un beso hasta el día siguiente.
Su otra alegría es la escuela. El bullicio de los amiguitos con los que puede jugar, porque Teresa tiene muchos juguetes que le gustaría compartir o salir, como su amiga Paola, a regarlos por el jardín, pero en su edificio ella es la única niña. Por eso ella adora la escuela y más que todo los momentos de receso. Cuando suena el timbre para salir al patio su rostro se transforma en el verdor de una cascada risueña. Salta, da empujones, pide disculpas apresuradas para llegar al patio de primera, y poder escoger su lugar de juegos, allí donde están las arecas y los gladiolos. Y es muy feliz hasta el próximo timbre. El receso son sólo quince minutos.

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