Y de rubíes y de perlas
Era la puerta del palacio,
De donde como un río fluían,
fluían centelleando
los Ecos, de gentil tarea,
la de cantar con altas voces
el genio y el ingenio
de su rey soberano.
Edgar Allan Poe
La Caída de la Casa Usher
El Rey de los Ecos tenía tres súbditos, el Eco Grande, el Mediano y el Pequeño. Vivían todos en un palacio en lo alto de las montañas, y desde allí llegaban sus voces. Repetían todos los sonidos del mundo. Desde el susurro de las hierbas hasta el grito de las grandes aves.
Claro que la obediencia no andaba bien del todo. El más pequeño de los Ecos últimamente se escapaba a trocar sonidos. Si cantaba un ave, él respondía con el maullido de un gato, cuando caía el agua en la cascada, él repetía el chirriar de los grillos.
Todos los seres del monte estaban preocupados. Una banda de tomeguines en pleno fue a ver al foníatra, pues creyeron que su canto sonaba como berridos de chivo. Otros se sentían encantados. El burro por ejemplo creía que su rebuzno era un rugir de león. Un puerco tuvo que ir al psiquiatra por trastornos de personalidad.
Aquello era una total confusión. Los gallos cantaban toda la noche porque oían su eco como el ulular de los búhos. La Jicotea no se atrevía a abrir la boca por miedo de croar. Las ranas por el contrario no estaban en silencio un momento, pues se deleitaban con su eco a ruiseñores.
Y llovieron protestas, reclamaciones, y se elevaron quejas a la instancia superior. Sobre el palacio caía una granizada de cartas, memorandums y hasta algún que otro papel no tan bien escrito. Se tuvo que contratar secretarios para leer y tratar de resolver las reclamaciones. En ese instante el Rey decidió tomar cartas en el asunto. Había demasiadas por leer y los secretarios no bastaban.
Se convocaron a los tres súbditos a palacio y se reunieron en el salón de actos. El Rey se sentó en su trono y comenzó la sesión.
_ Los he llamado- dijo- porque existe un gran nivel de confusión.
_ De confusión- repitió Grande.
_ Confusión- fue la voz de Mediano.
_ Fusión, jazz, rock and roll- soltó Pequeño.
_ And roll- dijo Mediano.
_ Roll- se le escapó a Grande.
_ ¡Silencio!- se enojó el Rey.
_ Silencio- en un tono más bajo dijo Grande.
_ Lencio- habló tímidamente Mediano.
_ Sió- rió Pequeño.
_ Conociendo al culpable de este barullo
_ Este barullo
_ Barullo
_ ¿Yo? concluyó Pequeño
_ Dictaré la sentencia
_ La sentencia
_ Tencia
_ ¡Ah!
El Rey se puso morado ante esta salida de Pequeño, y sentenció con un refrán, como era costumbre en esa época.
_ La mula que corcovea
_ Corcovea
_ Vea
_ No sirve pa’carretón- finalizó Pequeño.
A lo que repitieron sus hermanos mayores.
_ Carretón
_ Retón
_ Tontón- culminó el Rey.
Y decidió que no era saludable tenerlos juntos y envió a Grande a vivir entre los barrancos de las montañas. A Mediano le dio las cuevas. Pequeño en cambio, por haber formado toda la confusión y barullo, lo convirtió en el espíritu burlón de los montes.
Claro que la obediencia no andaba bien del todo. El más pequeño de los Ecos últimamente se escapaba a trocar sonidos. Si cantaba un ave, él respondía con el maullido de un gato, cuando caía el agua en la cascada, él repetía el chirriar de los grillos.
Todos los seres del monte estaban preocupados. Una banda de tomeguines en pleno fue a ver al foníatra, pues creyeron que su canto sonaba como berridos de chivo. Otros se sentían encantados. El burro por ejemplo creía que su rebuzno era un rugir de león. Un puerco tuvo que ir al psiquiatra por trastornos de personalidad.
Aquello era una total confusión. Los gallos cantaban toda la noche porque oían su eco como el ulular de los búhos. La Jicotea no se atrevía a abrir la boca por miedo de croar. Las ranas por el contrario no estaban en silencio un momento, pues se deleitaban con su eco a ruiseñores.
Y llovieron protestas, reclamaciones, y se elevaron quejas a la instancia superior. Sobre el palacio caía una granizada de cartas, memorandums y hasta algún que otro papel no tan bien escrito. Se tuvo que contratar secretarios para leer y tratar de resolver las reclamaciones. En ese instante el Rey decidió tomar cartas en el asunto. Había demasiadas por leer y los secretarios no bastaban.
Se convocaron a los tres súbditos a palacio y se reunieron en el salón de actos. El Rey se sentó en su trono y comenzó la sesión.
_ Los he llamado- dijo- porque existe un gran nivel de confusión.
_ De confusión- repitió Grande.
_ Confusión- fue la voz de Mediano.
_ Fusión, jazz, rock and roll- soltó Pequeño.
_ And roll- dijo Mediano.
_ Roll- se le escapó a Grande.
_ ¡Silencio!- se enojó el Rey.
_ Silencio- en un tono más bajo dijo Grande.
_ Lencio- habló tímidamente Mediano.
_ Sió- rió Pequeño.
_ Conociendo al culpable de este barullo
_ Este barullo
_ Barullo
_ ¿Yo? concluyó Pequeño
_ Dictaré la sentencia
_ La sentencia
_ Tencia
_ ¡Ah!
El Rey se puso morado ante esta salida de Pequeño, y sentenció con un refrán, como era costumbre en esa época.
_ La mula que corcovea
_ Corcovea
_ Vea
_ No sirve pa’carretón- finalizó Pequeño.
A lo que repitieron sus hermanos mayores.
_ Carretón
_ Retón
_ Tontón- culminó el Rey.
Y decidió que no era saludable tenerlos juntos y envió a Grande a vivir entre los barrancos de las montañas. A Mediano le dio las cuevas. Pequeño en cambio, por haber formado toda la confusión y barullo, lo convirtió en el espíritu burlón de los montes.
2 comentarios:
Me gustó muchísimo. Oye.. y el pequeño como hacía el eco al little monkey?
Preciosos cuentos y precioso blog.
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